Obras como El Principito, La Isla del tesoro o Los Viajes de Gulliver, de profundo calado moral y social, han sido orientadas editorialmente a los niños -frecuentemente previa castración de los textos-, con la consiguiente deslealtad al autor y engaño a los lectores.
La obra de Swift contiene una lacerante y satírica crítica de la sociedad inglesa, sus leyes y políticos.
Resulta sorprendente comprobar la vigencia de sus críticas.
Los liliputienses educaban a la juventud para danzar con naturalidad en el alambre, cualidad imprescindible para acceder a empleos de alto rango.
Los candidatos a altos cargos debían superar la prueba de saltar por encima del bastón que manejaban el rey y el primer ministro o arrastrarse bajo él, antes de prestar un juramento vacuo y sin compromiso.
La diferencia entre los dos partidos del reino consistía en la altura del tacón de los zapatos de sus afiliados.
Vivían encerrados en su pequeño mundo y negaban la existencia de otras sociedades con formas de vida diferentes: se creían pepita del único melocotón.
Estaban generalizadas la utilización del prójimo en beneficio propio, la soberbia y las discusiones intrascendentes -por ejemplo, por qué parte debe cascarse el huevo.
Los hijos carecían de deberes para con sus padres y éstos eran consideradas las personas menos idóneas para educarlos; por lo tanto, existían casas públicas para la educación de la infancia.
En El país de los gigantes encontró Gulliver seres engreídos, que basaban la razón en su tamaño y poder; no se requería perfección o mérito para alcanzar un cargo: el mercadeo y el soborno eran suficientes.
Las leyes no podían exceder en palabras al número de letras de su alfabeto, que eran 22. Se expresaban habitualmente con claridad y sencillez.
Gulliver no se detuvo demasiado tiempo en El país de los lupatas, seres difíciles de comprender, torpes, contradictorios, poco prácticos, hasta el punto de que un ingeniero estudiaba la posibilidad de construir las casas empezando por el tejado.
Dónde realmente se encontró a gusto Gulliver fue en el país de los caballos, seres lógicos, racionales, agudos e ingeniosos, que desconocían palabras como odio, mentira, guerra, falsedad, castigo o poder.
¿Hay diferencias entre la sociedad de Gulliver y la actual? Espere, no responda aún: le recuerdo que nuestro personaje terminó sus días en compañía de dos caballos, con los que hablaba habitualmente.