Verano ardiente, de pasiones: clarines y timbales anuncian la prohibición de las corridas de toros en Cataluña.
El toro, animal casi exclusivo de esta España reseca y apasionada, criado en libertad, con sus defensas naturales íntegras, está destinado a enfrentarse a muerte con la habilidad, el arte y la inteligencia del hombre. Las corridas de toros, que insertan sus raíces en siglos de historia, están henchidas de belleza plástica, inspiradora de poetas, escritores, pintores, escultores, compositores musicales, coreógrafos.
No olvidemos su importancia económica ni la medioambiental, al dar sentido funcional a grandes dehesas naturales.
En resumen, el espectáculo taurino forma parte de la cultura española de vida y muerte, alegría y dramatismo, sol y sombra, odios y amores…. y de las dos españas: la que quiere serlo y la que se resiste a serlo.
Comprendo que pueda resultar difícil explicar a un niño el sentido del espectáculo taurino, a quien sufra con su mera existencia, a quienes defienden los combates de boxeo y espectáculos similares, a quienes adoptan animales de compañía y los tratan como no lo harían a sus semejantes; comprendo a quienes defienden la caza del zorro por ser diversión de reyes; a quienes ven como algo normal la caza masiva y organizada de animales criados sólo para satisfacer el placer de matar.
No comprendo a quienes prohiben el espectáculo taurino y mantienen: los toros ensogados, los toros del mar y los toros de fuego; las capeas en las que se veja y maltrata al toro; la caza de patos por cualquier procedimiento, tras haberlos soltado en el mar. En ellos, los animales, si tienen una dignidad equivalente a la humana, como sostienen algunos, son despojados de ella y, si sienten dolor, sufrirán intensamente. Todo para regodeo de quienes derraman alcohol a borbotones y lucen sus instintos animales, en un enfrentamiento desigual.
¿Dónde esta la incongruencia? En la resistencia a llamar a las cosas por su nombre, en recurrir cobardemente al eufemismo y revestir los hechos con un disfraz que a nadie engaña: se han prohibido, bajo la coartada torticera del maltrato a los animales, por ser la fiesta nacional de España,.
Ya se habla de prohibir la venta de los souvenirs que huelan a español -gitanas con faralaes, toros, guitarras, mantillas y peinetas-, probablemente, para sustituirlos por un toro de fuego o ensogado, un caganet, la barretina y ¡vaya Vd. a saber!
Una vez más el eufemismo pone de manifiesto una perversión.