Es momento de hacer balance, de mirar para atrás y para adelante, de revisar comportamientos y decisiones individuales y colectivas, de repensar sobre el lugar idóneo para vivir y trabajar.

Esta tarde, 26 de diciembre, en un día lluvioso y con algo de niebla, con árboles con muy pocas hojas en sus copas, casi todas posadas en el suelo en el entorno de los castaños a ambos lados del regato do Couso, secas y mojadas que brillan y enaltecen el paisaje de los sotos de castaños del primer tramo de la Ruta Quintá-Río Donsal, junto con el tronco gris y liquen adherido, configuraban un paisaje característico de una alfombra vegetal con dibujos y siluetas naturales en plena armonía.

En medio, haciendo vértice de mini laderas el regato do Couso que por esta época lleva agua apreciable que forma pequeñas cascadas en sus caídas, como se aprecia en las fotos que siguen.

Por uno de sus laterales, el antiguo camino de carro entre Quintá y O Couso, de 3,2 kilómetros, con sotos de castaños, balados de cierre, prados, zonza de labranzas y algún pinar en su parte alta, desde la que caminante y senderista tienen vistas en diagonal y en horizontal a la cordillera de Os Ancares, parte lucense, y cuenca del Río Navia, con algo de nieve en su cima, que son con un muro de cierre visual que impide ver las tierras del Bierzo, de la provincia de León, al otro lado.

Constatamos que las antiguas presas que parten del regato no están limpias ni tampoco los antiguos pozos artesanos (2). En los prados de O Couso en uno de ellos hay una antigua palleira, construcción típica de piedra para guardar hierba seca y otros cultivos, encuadrada en el paisaje <a excepción del tejado de uralita, sustituyendo a las losas de piedra>, frente a las alpacas cubiertas de plástico color blanco o negro que se usan actualmente.

Desde este sitio, invitamos a las amigas, amigos y seguidores de la página a pensar en la pérdida de autonomía y grandes riesgos de la pandemia del covid 19 y sus variantes con cientos de millones de contagiados y millones de fallecidos en todo el mundo, de ellos, más de noventa mil oficialmente en España, y muchísimos más con secuelas invalidantes.

El coronavirus mata sin disparar y el contagio se puede producir a través de personas que no saben que están contagiadas. Adoptar medidas de prevención, incluso las personas vacunadas, es un deber, si no queremos perder el control de nuestra vida para entregarse al covid 19 y sus variantes.

Repensar las formas de vida y el lugar idóneo para vivir y trabajar en entornos sin aglomeraciones, no cerrados, sin o con escasa ventilación, y sin emisiones cercanas de CO2 es un deber, un acto de responsabilidad personal y social y también de prevención para reducir factores de riesgo de supervivencia con salud, de muerte e invalidación.
Cuando se camina por entorno naturales con historia y vestigios del pasado como este uno se da cuenta que a lo largo de nuestras vidas perdemos mucho tiempo en no hacer lo correcto (frente a lo que dijo Platón), en creer en soluciones mágicas y simples de la clase política que amplifican sesgadamente los medios de comunicación sin atender al interés general ni de la generalidad o mayoría de las ciudadanas y ciudadanos y contribuyentes, que -en muchas ocasiones- tampoco actúan coherentemente entre lo que se desea y se hace para conseguir las metas pretendidas.

Un país para ser líder necesita ciudadanos y ciudadanas líderes que actúen como locomotora de la sociedad civil y la gobernanza. Responsabilidad en cada acto de nuestra vida es condición necesaria, ¡en todo!

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