El escritor y periodista Karl Kraus consideraba que el lenguaje de cada momento histórico revela los males del mundo:

«Donde quiera que veas que la corrupción del lenguaje produce agrado, ten la seguridad de que allí también las costumbres se han apartado de la rectitud».diccionario_2

Octavio Paz y otros escritores y pensadores se han manifestado en el mismo sentido: son frecuentes los eufemismos para bautizar determinados hechos o situaciones. Nada mejor que algunos ejemplos: guerra preventiva, misión humanitaria (ingerencia en el gobierno de otro país); contabilidad creativa, ingeniería financiera (prácticas económico-contables que rozan la ilegalidad); interrupción voluntaria del embarazo (aborto); daños colaterales (muerte de civiles inocentes); exportación de mano de obra (tráfico ilegal de trabajadores); crecimiento negativo (disminución de la producción); inflación negativa (recesión); cohecho impropio (compra de voluntades);

muerte digna (eutanasia); brazo armado (organización terrorista); pronunciamiento militar (golpe de Estado); violencia de género (violencia familiar), fiesta juvenil callejera («botellón»).

El paradigma de los eufemismos es la solución final hitleriana.

En España, hoy, el eufemismo de moda es misión de estabilidad y reconstrucción en Afganistán, expresión del Sr. Rodríguez Zapatero para calificar la presencia del ejército español en Afganistán (naturalmente, la madre del último caído, califica la misión de otra forma).

¿Por qué es tan frecuente la ocultación de la realidad y del verdadero nombre de determinados hechos? Nosotros mismos debemos preguntarnos: ¿por qué nos molesta la realidad, por qué nos desazona oír la verdad?

Los eufemismos, tan frecuentes en el lenguaje de políticos y otras gentes de similar vivir, son la manifestación perversa de la forma en que hoy se desenvuelve la vida, en general, y la política, en particular; y digo perversa, porque quienes así se expresan conocen los hechos y pretenden vestirlos con un disfraz hipócrita, premeditada y conscientemente, para conseguir las adhesiones de tibios, superficiales, ignorantes o hipócritas,…, vamos, para no molestar a nadie.

Ellos mismos tienen miedo a la realidad que ocultan. Una realidad que puede desagradar a gentes despreocupadas y banales y ofender a quien la oye, cuando el objetivo político es conseguir el mayor número posible de adhesiones para llegar al poder o para mantenerse en él.

Traduzca los eufemismos sin miedo a la verdad, querido oyente: será su mejor contribución para empezar a resolver los problemas que aquéllos ocultan.

Un comentario en “«Las cosas por su nombre» – Alfonso García López”
  1. Antonio dijo:

    El último comentario de Alfonso y la cita de la primera línea del escritor Karl Claus sobre la constatación de que el lenguaje de cada momento refleja los males del mundo, está de plena actualidad, muy especialmente en la clase política española, pues su lenguaje, falta de argumentos, de nivel y falta de capacidad para vertebrar/encauzar los problemas sociales, culturales, económicos y educativos de nuestro tiempo son obvios y, lo que es peor, con tendencia a empeorar, pues la simplificación del discurso y los mensajes y cortes para cuñas noticieros no resuelven absolutamente nada, pese a las muchas horas de que disponen en los medios de comunicación todos los días, lo que termina siendo un mal para todos.

    El lenguaje es el medio para la comunicación entre personas, empresas y administraciones, de transmitir conocimientos, buscar/alcanzar el acuerdo, obligado para publicitar las leyes, el medio habitual para contratar, el medio más relevante para transmitir valores o documentar nuestros historiales clínicos.

    A través del lenguaje, de la soltura y buen uso del mismo, de la capacidad argumental de las personas, para el conocimiento de la verdad, de formar criterio personal, de interiorizar pautas de conducta y es medio para encauzar y resolver problemas, un medio oral, escrito o de signos para convencer/ganarse la confianza de los demás, conseguir un trabajo o entretenernos leyendo una obra/libro, un medio en suma para ser más felices, incompatible con el mal uso del lenguaje.

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