Continuando con la reproducción por capítulos del discurso institucional del presidente de la Asociación Castaño y Nogal en el acto de nombramiento de Miembros de Honor del pasado 20 de abril, les ofrecemos hoy a los visitantes de este blog el segundo capítulo de su comentada intervención.

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 Reconociendo que en Cancelada no había petróleo, ni gas natural, ni minas que explotar, tampoco industrias, ni playas, ni clima tropical, la siguiente conclusión fue que había apostar por concitar cooperación y entusiasmo para redescubrir y dar a conocer los tesoros existentes e infravalorados de la cuenca del Donsal y poblaciones próximas, y esto es lo que hemos pretendido con la iniciativa impulsada desde la ciudad de A Coruña.

La siguiente y más dura 3ª conclusión fue que, con el envejecimiento poblacional, sus escasos votantes y la falta de sensibilidad por el medio y de referentes comparativos de sus gentes para potenciar su posible riqueza, teníamos que buscar apoyo e implicación de gente de fuera, de profesionales, intelectuales, personalidades vinculadas a la cultura, y de empresas y establecimientos que cooperaran en el primer proyecto, pero también de jóvenes voluntarios que participaran en su ejecución, para estimular desde fuera la valoración de lo propio, pues la «resignación» está muy interiorizada y sólo la llegada continuada de gente podía revertir la actitud de los lugareños.

Es entonces cuando surge, en octubre de 2009, la idea de construir el Sendero de Quintá-Río Donsal, de 15,9 km., que incluía la recuperación de tramos de un antiguo Camino Real de Castilla a Galicia, de caminos de carro romano entre aldeas de la parroquia de Quintá de Cancelada, y antiguos tramos de sendero a sotos y fragas, totalmente inaccesibles, con más de 12 metros de altura de maleza en algunos puntos.

En este punto se empezó a implicar en el proyecto al arquitecto que lo dirigió y colaboró con la Asociación desde el principio en la redacción de la Memoria que presentamos a la Organización para La Paz «Servicio Civil Internacional» (SCI) para su estudio y consideración, que lo aprobó en tiempo record.

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Tras este primer trámite, vino la presentación de la idea al Concello de Becerreá, que lo aprobó el 24 de febrero de 2010, e informó favorablemente el 6 de marzo el Servicio de Conservación de la Naturaleza de la Xunta de Galicia. Hubo momentos críticos y hasta dramáticos, salvados con la cooperación de varios de los Miembros de Honor a los que hoy distinguimos, para no generar «un desastre» ni a los voluntarios de SCI que ya habían elegido y solicitado participar en nuestro primer Campo de Trabajo Internacional ni a la imagen de la Asociación.

Obviando aspectos negativos, por no ser hoy el día, en la concatenación de hechos y méritos, cabe resaltar la motivación del acuerdo adoptado por la Comisión de Gobierno del Concello de Becerreá, en el que se dice y considera  que «el proyecto es de gran trascendencia e interés medio ambiental y de Desenvolvimento rural», por lo que  ACUERDA:

«Apoyar el proyecto referenciado desde el punto de vista institucional, colaborando y cooperando con la Asociación con los recursos y medios disponibles por este Concello».

Sabiendo ya que, para la primera fase de desbroce, contábamos con la colaboración de varios voluntarios extranjeros y dos de ellos nacionales, llega la fase más difícil y dura: la financiación de los equipamientos y costes del  1er. campo de trabajo, cifrado en 35.000 euros, que debíamos tener a punto para la fecha de inicio, 13 de agosto de 2010.

Para ello, formamos una Comisión de tres personas, José Ramón Vázquez Liñeiro, Julio López y yo, con la colaboración eficaz de Fe Álvarez y Malena Galdo, que comenzamos a trabajar en muchos frentes para obtener colaboración en especie o en dinero, fase en la que comienzan a implicarse a fondo los Miembros de Honor, además de los tres Socios Eméritos, que se concreta en  acciones afines a sus profesiones y reconocimiento social. Su apoyo era una condición necesaria para credibilidad del proyecto, las acciones culturales de la Asociación, el trato y atenciones con los voluntarios de SCI y cooperantes locales y de A Coruña.

Obvio reseñarles el «calvario» de los silencios y las escusas (más de 300 )  para no colaborar incluso en especie o de forma casi simbólica, por ser un día de reconocimientos y no de reproches.

Pero, con la misma convicción y seguridad, tengo que decirles que quienes creyeron que con su silencio o escusas nuestra idea moriría, se han equivocado. El tiempo y el trabajo pone a cada uno en su sitio. Esto ocurre con frecuencia y, sobre todo, cuando no se analiza la implicación de los proponentes y peticionarios; lo que refuerza la posición y mérito de las personalidades que luego subirán a este escenario a recoger las distinciones.

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